Me cubrí de la lluvia
con un manto de impotencia;
cuando empezó a calar en mi inocencia
surgiste tú para secarme con fuerza
La paz invadía toda mi escena
me dejé llevar por la música de la verbena;
todo lo que tuve que dar lo di, sin vergüenza,
antes de aquella terrible tormenta
Tu imagen se instaló en mi memoria
te llevé en el mismo cielo y en la tierra
allí donde pude estar, sosteniendo en mis manos
el valor necesario para no perder todo el pasado
Luces brillantes, dedos acelerados
sonidos estridentes, vocablos encriptados;
son minutos de completo miedo
de seriedad y rezos al cielo
Pruebas a velocidades inmensas
decisiones de segundos, sin esperar respuestas
temblores que aceleran las pulsaciones;
se cierran los ojos y tras despertar de nuevo las emociones
A veces tenemos que sufrir para darnos cuenta de lo que en realidad tenemos...
ResponderEliminar¡Hermoso poema, Clara!
Así es... la vida nos detiene para que nos hagamos conscientes de todo lo que nos rodea.
EliminarGracias, Javier!
Feliz fin de semana
Un abrazo