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El amor llamó a mi puerta,
abrí los ojos y subí por aquella cuesta;
desde los pies a la cabeza
seguí tu rastro sin dejar huella.
Una leve sonrisa se dibujaba en tu boca
mientras la mía se derretía sola;
deseaba saborear esos labios
con la misma calma que usaba mi pintalabios.
En tus ojos, un azul de vicio
pintado con latidos de desquicio;
así me quedé aquellos segundos
donde el calor no era por estar juntos.
El amor llamó a mi puerta,
abrí los ojos y de ti quedé presa;
desde los pies a la cabeza
seguí estremecida por tu belleza.
Una tímida mirada cayó por aquella sala
mientras temblaba sin saberlo mi alma;
deseaba adornar con dulzura tu espalda
con versos que formaran una guirnalda.
En mi pecho, un rojo amapola
teñido con el calor de tu sombra;
así empezó aquel sentimiento en mi corazón
al que pude llamar mi querido amor.